Los profesores de Mariangel Cáceres dejaron de dictar clases a principios del año por no contar con salarios que le permitieran comprar suficiente comida para vivir.
Banca y NegociosSu escuela pública, en el verde estado andino de Táchira tampoco pudo proporcionarles alimentos debido a la aguda escasez de bienes básicos.
Y el anuncio del Gobierno de suspender las clases los viernes de abril y mayo para ahorrar energía fue la gota que derramó el vaso.
“Dejé la escuela la siguiente semana de Semana Santa”, recordó Cáceres, una joven de 13 años quien ahora acompaña a su madre a Colombia para comprar harina, arroz y azúcar, que ya no consigue en Venezuela o no puede darse el lujo de pagar.
Aunque Cáceres espera poder inscribirse en una nueva institución el próximo año, puede que el rápido agravamiento de la crisis económica complique sus planes.
Muchos venezolanos pobres y de clase media dejaron de priorizar la educación mientras consumen su tiempo en la misión de encontrar comida entre protestas y saqueos.
La Federación Venezolana de Maestros estima que cada día entre un 30 y un 40 por ciento de maestros abandona sus aulas, principalmente para hacer colas en busca de comida o medicinas.
La asistencia de los alumnos también ha disminuido ya que los niños no han comido, saben que no habrá comida en el colegio, o se ven obligados a acompañar a sus padres a hacer largas colas, según información del gremio.
“Un año interrumpido como este no se recupera. Estos muchachos están creciendo con un déficit educativo”, dijo Tulio Ramírez, experto en educación de la Universidad Central de Venezuela.
Simpatizantes del Gobierno del presidente Nicolás Maduro acusan a sus opositores de exagerar los problemas sociales como parte de una campaña para desacreditar el socialismo en Venezuela.
Durante sus 14 años de mandato, el fallecido Hugo Chávez invirtió miles de millones de dólares de la renta petrolera en mejorar la calidad de la educación aumentando la matrícula en 16 puntos porcentuales hasta lograr una cobertura de un 80 por ciento de los niños en edad escolar. Los esfuerzos del Gobierno también redujeron la deserción y las tasas de repetición.
Sin embargo, bajo su sucesor, Maduro, los beneficios sociales han retrocedido, dicen los críticos y citan la falta de profesores calificados debido a los bajos salarios, al igual que los fondos insuficientes para las escuelas.
Venezuela ha hecho públicos pocos datos del nivel educativo en los últimos años y, siendo uno de los pocos países en América que no participa en el programa internacional de evaluación PISA, es difícil medir el estado real de la educación.
Los ministerios de Educación e Información no respondieron a solicitudes de Reuters para ahondar en el tema.
ESCUELAS SOLITARIAS
La decadencia de Venezuela, hogar de las reservas de petróleo más grandes del mundo, se ve reflejado en la realidad de la escuela pública Monseñor Marco Tulio Ramírez, en el pueblo de La Fría, cerca de la frontera con Colombia.
La longeva escuela fue derrumbada en el 2013 para levantar una nueva, pero la escasez de materiales, la inflación desatada y las demoras burocráticas pararon la construcción, según su administración.
Las autoridades no ofrecieron un espacio alternativo para los casi 300 alumnos, agregó, así que la clases se han esparcido por casas cercanas, una habitación sobre una desolado supermercado y hasta en el angosto y caluroso garaje de un empleado de la escuela.
Ahora las clases se dan a pesar de los frecuentes apagones, cortes de agua, y sólo con una comida al día.
“La situación es muy grave”, dijo Josefina Molina, madre de cinco, luego de que sus pequeños fueran obligados a dejar el colegio al mediodía porque no había almuerzo. “Estamos desesperados. Sinceramente, no hay qué hacer”.
La crisis económica amenaza con ampliar la desigualdad educativa. Durante los dos meses que duró la suspensión de clases los viernes, algunos colegios privados ignoraron la resolución y pueden optar por elevar el salario de sus profesores porque tienen mayor capacidad que las escuelas públicas, donde es imposible.
Sharon Roa, una madre de La Fría de 27 años, dijo que, a menudo, deja a sus hijos en la casa ya que no puede lavar sus uniformes por la escasez de detergente y los constantes cortes de agua.
Y el año pasado, Ever Mejías, también del mismo pueblo y con apenas 14 años recién cumplidos, desertó de la escuela para empacar hielo en una fábrica y ayudar a su familia.
Los educadores también están renunciando.
Douglas Mena, un profesor de Matemáticas de 32 años, dejó en marzo de dar clases por las mañanas ya que había comenzado a ganar el doble pescando en el enorme Lago de Maracaibo.
“Yo no soy el único, hay muchos: unos se dedican a bachaquear, otros hacen tortas, limpian casas privadas o cualquier otra cosa”, confesó a Reuters
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